Yo te veo Buenos Aires saciada de incesantes emociones
húmeda de peligros, sin precaución, ni paz, ni descanso.
Buenos Aires de amor, de locura, de fantasmas
envuelta en tu ruido, mi pasión y algún milagro.
Yo te siento, Buenos Aires, en mi sangre que no es tuya
seducida por tus luces, tu música y tu encanto
cueva de múltiples desafíos, sin límites ni escenario.
Yo te huelo, Buenos Aires, en el aire que refresca mi alma
con el perfume de tus calles y la antigüedad de mi relicario.
Buenos Aires, de ayer, de hoy y de siempre…
estás dentro de mí, hecha una con mi mar
y confundida entre mis miedos y mis entusiasmos.
Sos mi padre en la letra de aquel tango
que despierta mi memoria de callejones y lunfardo.
Yo te extraño, Buenos Aires, aunque aún no me he alejado
tengo mi playa sin San Telmo
y mi gente, lejos de tu ensueño y cerca de mi llanto.
Yo te quiero, Buenos Aires, porque aprendí a vivirte
sin ley ni pecado, desde adentro y sin retorno
con mi piel y tu lujuria, tu barro y mi pasado.
Yo te llevo, Buenos Aires, con el rostro que hoy me espera
y te robo astillas de tu invierno en mi mirada pasajera
para volver con la fuerza de tus gestos
y la velocidad de tus pasos, a quedarme, Buenos Aires
a buscar lo que hoy te dejo y olvidar el motivo
que rebelde hacia vos un día me trajo.